viernes, 18 de noviembre de 2011

Adios


Todo eso y más, e incluso lo que no es ni existe pues no todo es lo que parece y no todo lo que se ve es lo que forma el todo de todo cuanto nos rodea. Quedaros con estas palabras, pues son el preludio de una docena de dagas que lanzare contra vosotros. Se os clavaran por todo el cuerpo hasta que vuestra carne se haga polvo y pasta con vuestra sangre. Y os las lanzare yo.
Imaginar, recordar o crear la sensación propia de cuando tu cuerpo contiene un exceso de estupefacientes y como de a la deriva te deja la blanca mano que hasta hacia cinco minutos te guiaba y libraba de todo demonio. Imagina, recuerda o crea como se corrompe tu interior hasta el punto de que la vida gira dando vueltas a tu alrededor sin tu poder controlarla mientras deseas que todo termine. En ese momento es cuando te levantas intentando que tus pasos conduzcan a algún sitio que tenga sentido para ti o que albergue un ápice de esperanza que mejore la guerra mundial que se libra en tu interior. Caminas hasta que te para la esquina más cercana. Te apoyas en la pared extendiendo tu brazo y agachas la cabeza porque sabes que vas a devolver y lo haces. Devuelves sin ningún tipo de control hasta que te caes al suelo encima de tu propio vomito tratando de no ahogarte ni por la pestilencia ni por el mar que poco a poco cubre tu cabeza a medida que sigues vomitando y viendo como se escapa de tu cuerpo el elixir y único fin de la vida.

Soy el barco, la tormenta, el mar, las nubes cubriendo el sol y el miedo que te devora. Soy el odio que lo mueve todo y soy peor que la muerte. Soy aquello que nunca debió existir pero que sin embargo existe y te domina y controla. Soy las miles de millones de palabras que formulas y que solo tu escuchas así como aquellas que interesan ser escuchadas. Soy la ignorancia de todos aquellos que te rodean y la tuya propia. Soy la soledad que te posee y la que tu invocas y alabas. Soy las mentiras que formulas y las que te crees. Lo corrupción del mundo, su decadencia, el horror que crea, la oscuridad. El instinto asesino y hostil. Soy el sudor frío de terror que le cae al preso antes del juicio final. Soy aquel que con tantos nombres se hace llamar y que traiciono al supremo creador de la humanidad. Soy todas y cada una de las cosas malas, enfermas y deterioras del mundo por las que los hombres tuercen su voluntad hacia el camino incorrecto fruto de su débil condición moral. Soy el sentimiento de rechazo y la sensación de asco que te subordina cuando te paras a pensar en lo que eres. Y soy todo eso por tiempo limitado pues yo soy mi siervo y mi dueño así como mi propio ente supremo.

Esto es una declaración de guerra contra el mundo pues ya nunca nadie más me someterá, ni si quiera yo mismo. Aquí dejo escritas las pautas de conducta de un sicario y lacayo del odio. Y no tendré que preocuparme porque vuestra ignorancia hará el trabajo que yo no consiga hacer. Y si queréis un consejo, no creáis nada de lo que digo pues todo es mentira, falso e innecesario. El ardid de guerra que me otorgara la inmortalidad con la que andaré sobre vuestros cadáveres cuando yo, desde mi oscura y abandonada percepción de la realidad, consiga ver como vais muriendo por aquello que ya tantos profetas anunciaron. Y ya hoy termino de cavar las trincheras desde las que me defiendo y en las que moriré sepultado por la traición de la esencia que me forma. Y será en ese momento cuando pueda agradecerle al mundo que le diera un único sentido a mi vida y que guiase mis pasos siempre por el mismo sendero. Cando se me otorgue la posibilidad de verme desde fuera y vea como de estúpido fui por atreverme a perturbar la estabilidad. Pues al igual que la materia que ni se crea ni se destruye, hay ciertas cosas que ni nacen ni se mueren. Y cuando su portador pasa a la historia, aquello queda como recuerdo en el olvido.
Recapaciten, esto constituye un viaje de ida sin retorno, pues hace ya tiempo que me adentre en la mar con mi pequeña embarcación sin importarme el temporal.