miércoles, 9 de septiembre de 2015

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Correcto, educado y atento. El clásico héroe que no puede darse prioridad a sí mismo si con ello perjudica a alguien. La parte racional de una vida. La responsable, la que se encarga de conducir el camino a un buen final. Lo típico de ser adulto, tener estudios, un buen trabajo, una buena casa con un coche de calidad aparcado en el garaje y dos o tres preciosos hijos cuya vida académica sea ejemplar y la envidia en el barrio. De los que no se alejan ni un solo milímetro del camino que conduce a esa vida. De los que brillan con luz propia aun si todo se derrumba a su alrededor. Es parte del guion de la vida, eso que alguien escribió algún día en el pasado tras mucho pensar sin darse cuenta de lo que estaba escribiendo realmente. Tanto es así que no se le puede distinguir en la masa. Aun si estuvieses a un palmo de su cara, aun si su aliento te diese en la nuca y su calor te arropase en la más fría de las noches, aun así no le verías, no le reconocerías. Si te susurrase al oído estando en medio de la bastedad de un desierto donde el silencio ahoga cualquier sonido, aun así no lo percibirías.
Y así vive día a día, escribiendo en una libreta los resultados de un exhaustivo análisis social elaborado para encontrar la verdadera llave que abra las puertas de la total plenitud de una vida completamente plana. Examen innecesario cuando se vive como un perro que es mascota de otros perros mascota.
Pero, como en todo, siempre hay momento en el que te encuentras algún bache en el camino. Algún pequeño grano de arena que, sin darnos cuenta, modifica la trayectoria del sendero que tan impetuosamente nos empeñamos en seguir. Y cuando eso surge, ese grano de tierra se convierte en una semilla que se planta en nuestro cerebro y que se nutre y alimenta con nuestro rechazo. Cuanto más nos empeñamos en asesinarla y que no crezca, más evoluciona. Y eso fue lo que ocurrió con nuestro amigo.

<<Lléveme al Emperor, por favor —desazón era su nuevo nombre—.
—Ahora mismo, ¿está la temperatura y la música a su gusto?
—Sí, no se preocupe. Si puede déjeme en alguna calle o callejón trasero si lo tiene. Sino con que me deje en la zona del bar está bien.
—Por supuesto>>

Era más que notable el miedo y la duda en su tono de voz, apenas acaba de comenzar su aventura y ya era todo un desafío. No solo se sentía mal e incomodo por lo que a su familia y amigos pidiese suponerles de darse la situación en que le gustase, sino por sí mismo. No estaba del todo seguro de querer aceptar esa realidad. Sentía como si una enorme piedra se le viniese encima y como si estuviese destinado a tener que soportarla, a tener que arrastrarla tirando de ella con una enorme cadena a su pie. Cómo podía el haber cedido ante tal antojo era lo único que tenía en la mente.
Allí se encontraba él, frente a la puerta de su habitación en un lujoso hotel en una de las mejores ciudades del mundo. Allí, frente a la puerta que separaba su momento, de una noche de placer como pocas habría tenido hasta entonces. Y sin embargo se sentía como un prófugo llegando en taxi, en lugar de en alguno de sus coches. Seguía dudando pero aun así abrió la puerta con la llave que le dieron en la entrada del hotel, para su decepción. En el fondo esperaba que esta no se abriese.
Al entrar vio algo de luz tenue que enfocaba directamente un precioso sillón de cuero natural. Desde la ventana de la habitación se podía ver la ciudad, un montón de monumentos con infinidad de luces titilantes que juntas formaban un falso atardecer en mitad de la noche. Había algo de música de fondo, Gently. No lo conocía.
De pronto una voz sonó en la habitación. Una voz dura, grave y áspera.

<<Hola
—Hola —respondió girándose sobre sí mismo—. Tú debes ser…
—Nergal, y tú vas a ser Baal. Esta noche no necesitamos saber nada más. Pues esta va a ser nuestra última noche. Esta noche va a terminar con los dos tirados en el suelo ahogados en nuestros propios cuerpos —dijo sumido en la oscuridad del fondo de la habitación que quedaba a la derecha del salón, interrumpiéndole, con un tono fuerte y poderoso, y dejándole sin respuesta alguna—>>

Lo cierto es que esa apariencia de duro le llamaba la atención, incluso le excitaba. Por un lado le gustaba y por otro no podía soportarlo. Sus pensamientos e ideas se perdían en su mente sin rumbo.
Acto seguido Nergal se acercó a él desnudo y comenzó a desvestirlo. Le puso un pañuelo de seda negro en los ojos. Con una sola mano agarró con fuerza su cuello, lo llevó a la habitación, lo tumbó en la cama y empezó a hacer con él todo cuanto quería. Y mientras Baal se dejaba no podía parar de pensar en el huracán de sensaciones que estaba viviendo. La desaprobación que sentía y en como no podía decir que no. En como el placer y el dolor se juntaban en una sola experiencia y en que deseaba que no acabase nunca.
Los minutos se convirtieron en horas y las horas en días. El ambiente se volvió turbio, apenas se podía respirar y su cuerpo apenas respondía. No comía, no necesitaba ir al servicio. No tenia sueño ni cansancio. Sin embargo Nergal mantenía su fuerza e ímpetu como si se tratase del primer instante.
Pero no le preocupaba, ni su familia ni amigos existían ya para él. El rechazo que al principio se apoderó de él había sido brutalmente violado por la adicción que la situación le producía. Era como si una nueva religión se hubiese creado especialmente para él, y él fuese su principal devoto. Y así pasaba los días hundiéndose cada vez más en la aceptación. Pobre ingenuo.

Cuando todo era como él deseaba, cuando esa habitación era el único sinónimo real del sexo, justo en ese momento notó en su vientre el más punzante de todos los dolores. Noto como si alguien hubiese hundido en su tripa un afilado cuchillo y este hubiese cortado todo órgano a su paso haciendo que cayese desde lo más alto hasta el más profundo pozo donde ni la luz consigue entrar. Dolor era lo único que podía sentir ahora puesto que Nergal parecía haber cesado.
Con todo el esfuerzo que le fue posible reunir se quitó la venda de los ojos y tras intentar habituarse al dolor de no haberlos usado en tiempo, se quedó helado, aterrorizado y sin palabra.

<<¿Qué?, ¿sorprendido? No deberías estarlo —su tono era burlesco, lleno de odio—>>

Las paredes de esa lujosa habitación que formaba parte de uno de los mejores hoteles de la ciudad estaban llenas de sangre, de suciedad, y oxido. El papel de las paredes estaba arrancado. El cristal de la ventana estaba roto y el paisaje de fondo, la ciudad, no estaba, no había más que un mar de oscuridad únicamente manchado por la luz que conseguía huir del interior. La cama en la que creía estar acostado y atado no era de madera de primera calidad con distintos ornamentos como pudo ver en el álbum de fotos publicitarias del hotel, sino que más bien se encontraba tirado en un suelo frío y de piedra encadenado a unas argollas situadas en las paredes.  Su ropa estaba sucia y rota, y él se encontraba magullado.

<<¿Qué está pasando? —consiguió preguntar entre gemidos y ahogado en dolor—.
—¿Realmente no sabes qué está pasando?, además, ¿Qué importa lo qué está pasando?, ¿No te interesa más saber quién soy yo? —Dijo hundiendo más aun la mano en su cuerpo, desgarrando aun más el resto del mismo como si de un cuchillo se tratase—>>

Su cuerpo parecía estar lleno de heridas, de sangre coagulada, de pústulas y escaras. De él emanaba un olor a podrido que imposibilitaba el hecho de no sufrir arcadas. Sin embargo todo eso quedaba ensombrecido por el horror que congelaba su sangre al mirarle a la cara, pues no tenía una cara donde mirar. Donde debería estar su rostro en su cabeza, solo había una mueca terrorífica y unos ojos más negros que la oscuridad que quedaba fuera de esa habitación. No tenía ni nariz ni pómulos, no tenía la anatomía común de un rostro humano.

<<Te diré quién soy yo. Yo soy esto —dijo mientras agarraba con fuerza sus tripas y demás órganos para sacarlos de su interior y así poder mostrárselos—.
Yo soy tú, soy la parte visceral de ti. Soy lo que querrías ser. Soy tus deseos fracasados y los que aun no se han producido. Soy tu intento fallido por controlar lo que en realidad somos. Soy el dolor que sientes cuando la vida, al igual que yo, te viola para después dejarte tirado en una calle abandonada donde no pasa nadie que pueda socorrerte. Esa sensación que tienes cuando la situación nubla tu juicio y crees en la posibilidad antes de caer y darte cuenta de lo estúpido que fuiste por no verlo.>>

Su tono de voz estaba cargado de violencia y animadversión severa por la vida. En ese momento cambió su postura sobre él y comenzó a apuñalarlo en el costado. Comenzó a cercenar partes de sus piernas y brazos mientras continuaba hablando.

<<Yo soy todo aquello que no te atreves a ser y hago todo eso que tú jamás conseguirás hacer. Las palabras que se te ahogan. Las veces que no caminas cuando lo que deberías hacer es saltar. Soy la parte interior de ti mismo que te odia. La parte de ti mismo que desearía que no existieses. Soy todas esas personas a las que desearías asesinar, y que por no hacerlo, te comen a diario. Soy la puta que desearías follarte para vengarte de tal o cual mierda de las que te suceden. Soy tu parte egoísta a la que sometes en tu intento por ser correcto. Soy la bala que atraviesa la cabeza de tus seres queridos y soy la pistola que empuñas para dispararla. Soy la vida que muere a tu junto a ti.
La parte de nosotros que no da asco, la que no llora, la que no se acobarda. La que se droga y la que muere ahogado en su propio vomito.
Soy, de los dos, el que va a terminar con este lamentable intento de vida>>

En ese momento, acercó una mano a su cuello y otra al cuello de la parte de si mismo que estaba debajo suya luchando por sobrevivir, y con un rápido y sutil movimiento hizo un profundo corte en ambos que terminó por cubrir el suelo de sangre para de esta manera morir los dos ahogados en sus propios cuerpos.