Una de las cosas más difíciles que he hecho en toda mi vida,
es aceptar mi vida tal cual se me presenta. Aceptarme a mi mismo y a la clase
de persona que soy. Aceptar mis debilidades y no derrumbarme ante ellas. Y lo
mas difícil, aceptar que el pasado, sea reciente o lejano, pasado es y por lo
tanto, inmutable.
Durante mucho tiempo he vivido creyendo conocer la forma
correcta de no caer sin tener que arrastrar a los demás.
Durante una época viví dando rienda suelta a mi naturaleza
sin importarme quien pudiera contemplar o luchar contra ella desde fuera. Y viví
así hasta que precisamente ese matiz de belleza que tiene la vida, me demostró que
no se debe vivir subordinado a las pasiones que nublan el juicio.
Un tiempo después, esa naturaleza viva y fogosa, se sentó a
mi lado y muy cordialmente me hizo comprender que ella, al igual que yo, estaba
creciendo y que le faltaba aliento para respirar. En ese momento, creí que la
clave estaba en otorgarle al mundo la visión mas detallada posible de aquello
que nos privaba de bienestar, y mas concretamente, de aquel odio que dominaba y
domina la base sobre la que camino.
Esta decisión nació fruto de la búsqueda de un atisbo de luz
que me otorgase un segundo de alivio. Creía que si conseguía tal propósito, conseguiría
que todo ese odio fuese un poco saciado sin que nadie resultase perjudicado,
sin hacerle daño a nadie.
El error se hizo perceptible cuando descubrí que nunca debí
haber actuado así.
Desde el primer momento en el que naces estas solo. Naces
solo, vives solo y mueres solo. Todo aquello que te rodea, desde las personas hasta
la vida misma, no son mas que los adornos de colores del pino de navidad que al
acabar esta, volverán a la caja de la que salieron para dejar sus moribundos
brazos caídos y sin fuerza por el peso de toda esa belleza en forma de bolas llenas
de vida. Y eso es todo.
Puedes jurar mil palabras y vender tu alma y tu piel por una
causa, y aunque consigas que tu deseo se haga realidad, el sentimiento y la
vida de este, acabaran muriendo. Y morirán porque al fin y al cabo, nada vive
eternamente.
El principal error es creer que esto no sucederá y no estar
preparados para ellos aun cuando nuestro subconsciente nos grita a voces la
realidad y que es lo que debemos hacer.
Ahora, mucho tiempo después, me doy cuenta de que no solo no
se debe vivir subordinado a nada que nuble tu juicio, sino que encima nunca debí
darme a la senda del odio aunque solo me destruyese a mi. Es ahora cuando me
doy cuenta de que ya que nací, viví y moriré solo, que solo yo debo tener lo
que es mio. Solo yo debo conocer, disfrutar y llorar de todo aquello que me
suceda. Solo yo debo tener conocimiento de ello pues todo eso será lo que forme
mi tumba. Solo yo aunque solo sea odio lo que quede.
Los sentimientos, el conocimiento de una vida y la relación que
se establece con ella son como piezas de fruta sobre una bandeja de oro, increíbles
placeres cuando se está hambriento y privilegios prescindibles cuando se tiene
el estomago lleno, pero siempre, esclavos del tiempo que determina cuando han
de pudrirse y morir.
El tacto, sentimiento e intención con el que nuestros
semejantes se acercan y conviven con uno mismo, lamentablemente envejece y
muere. Toda esa forma de convivir con los demás, nace y rebosa felicidad y
belleza, y a medida que pasa el tiempo, como todos, ve su espalda torcerse y
deteriorarse hasta que muere. Brilla sin límite de una forma mágica plagada de
sueños y deseos, hasta que poco a poco, deja de brillar y se apaga.
Entonces, en ese momento haces balance de toda tu vida y
descubres que no puedes abandonar el camino porque el camino es lo único bello
que nunca morirá, pero si que puedes decidir como vivir.
En este punto lo único que hay en tu vida es una pregunta
que se instala en tu interior, se propaga como un virus y vuelve todos tus
ideales contra ti mismo. ¿Por qué vivir compartiendo si no hay nadie con quien
compartir?
Soy una mota de polvo que se alzó en tan solo unos segundos
y que viaja en el tiempo mientras duran las corrientes de aire que me transportan.
No hay nada que decir y no diré nada nunca mas, pues no hay razones para ello.
Va a ser complejo el aterrizaje, el mas complejo que jamás
haya efectuado nunca, pero ya no me queda otra opción.