Todos y cada uno de los caminos están vacíos. Solo queda el
polvo que levantamos al andar. Ese que se alza y brilla a medida que nos
acercamos y el mismo que se apaga en segundos cuanto más vivimos.
Aprendemos a observar el mundo, escucharlo y sentirlo para comprender
que algún día te irás con lo mismo con lo que viniste. Para entender que solo
un nombre firmará mi última y fría imagen. Solo uno y no será el mio.
La vida no se pierde cuando el cuerpo no responde, sino
cuando el alma no tiene razones para ello.