El hombre no esta preparado para llevar a cabo actos
desinteresados. La sociedad es demasiado egoísta como para permitir que un solo
hombre pueda no ser un necio. Y es que somos necios cuando decidimos obviar el
hecho de que con un poco de esfuerzo podemos vivir en colectividad de una forma
mucho más placentera. Somos unos necios cuando no nos damos cuenta de que somos
egoístas por no ceder un poco por los que tenemos alrededor para de esta forma,
intentar hacerles un poco mas feliz con un poco de esfuerzo y sacrificio
personal.
Esto no puede pasar. Cuando no es el mundo que nos rodea el
que nos ata para hacernos sus lacayos, es el dolor personal que sentimos cuando
intentamos avanzar y hacernos mejores personas.
Porque al fin y al cabo, por mucho que lo intentemos,
siempre buscamos algo de beneficio personal. En algunas ocasiones es algo a
cambio, en otras la satisfacción personal de ver que con tus actos haces feliz
a alguien y en última instancia, el hecho de saber que aunque tus actos no sean
reconocidos como algo bueno, haciéndolos, haces lo correcto. Es esa la lucha
personal que todos libramos en nuestro interior, la de hacer algo libre, sin
ataduras.
El problema aparece cuando tú, dominado por tu condición humana,
empiezas a notar sobre tus hombros todo el peso que generan las mil y una
puñaladas que te va clavando todo aquel al que te acercas. Cuando te das cuenta
de que por mucho que hagas por los demás, al final, lo único que obtienes es el
hecho de que nadie hará por ti lo que tú haces por los demás. El hecho de ver
como somos capaces de pedir todo cuanto podamos desear, hasta el punto de
llegar a exigir y dominar, sin pararnos a ver que es lo que determina a los demás.
Como nosotros nos plantamos frente al mostrador y le exigimos al dueño de la
tienda que nos ofrezca todo lo que deseamos sin perder ni un solo segundo y sin
detenernos a ver si él puede o no.
El problema llega cuando intentas marcar la diferencia
viviendo una vida ejemplar, y los demás lo único que hacen es pensar en si
mismos. Cuando se obvian una y mil cosas. Cuando haces de tripas corazón cientos
de veces consolándote con el hecho de saber que haces lo correcto.
El verdadero problema llega cuando te das cuenta de que algo
en tu interior está cambiando y ya no eres el que eras.
Es en ese momento cuando vuelves a reafirmar lo que siempre
supiste, que estas completamente solo. Cuando te das cuenta de que nunca fuiste
un santo y que tu intento de vida ejemplar solo fue un fracaso encaminado a
algo de naturaleza utópica. Y solo entonces es cuando te preguntas: ¿Por qué no
actuar como la situación lo precisa?