Detonantes.
Todo comienza siempre con algún
detonante. Algo que rompe la estabilidad y la paz por la que luchas cada día.
Lo fácil que es odiar y lo placentero
que es hacerlo en silencio. Pasar de la armonía al oscuro fuego que alimenta la
ira.
No es correcto ni se te permite actuar
mal. No puedes gritar o golpear aquello que te perturba. Ni puedes ni quieres.
Sin embargo, a medida que avanzas,
todo aquello crece y crece. Y cuanto más crece mas se revela contra ti.
Es en ese momento cuando libras tu
propia y despiadada lucha épica contra todo lo que te rodea en la que el
silencio es la única arma posible.
Con cada golpe que asestas te das
cuenta de todo lo que muere a tu paso. Y aun así continuas. Asumes que la vida
es bella y puta, y que tu bolsillo está vacío. Debido a ello, te vendes aun más
al lado oscuro de tu alma y sigues sus ordenanzas con firmeza y decisión.
Te haces su lacayo y cuanto mas caes
mas placer sientes. Surge en tu interior un cosquilleo que te alienta a seguir
caminando hacia esa meta. Tus ojos ya no se sorprenden, han aprendido a
adaptarse a la oscuridad.
Cada vez estás más defendido de los
demás y de ti mismo. Ya no tiempla el pulso cuando se trata de herir.
No hay caras conocidas, ni recuerdos
que recordar. No hay consejos que seguir ni leyes que respetar. No hay amigos
ni conocidos. No hay familia. No hay nada.