lunes, 24 de octubre de 2011


Démosle al mundo un poco de lo que a todos nos sobra y que con tanto énfasis nos empeñamos en ocultar, en erradicar y sustituir.
Ese momento en el que te miras al espejo y recuerdas el inevitable camino que es tu vida y como, te guste o no, tu presente y tu pasado serán siempre el mismo.
Levantarte cada mañana habiendo librado la más sangrienta guerra que podrás librar en tu vida. Levantarte cada mañana y no ver el sol ni las nubes. No ver ni la luna ni las estrellas. Levantarte todos los días contemplando únicamente lo que eres y los dos metros de espacio que forma tu nueva vida. Sentir el frenesí que se apodera de ti pasados los dos o tres segundos que tardas en volver del sueño a la vida. Un frenesí que se apodera de tu cuerpo y contrae todos tus músculos aumentando tu temperatura corporal y tu ritmo cardiaco. Da igual cuantas veces puedas respirar que siempre te va a falta el aire y siempre vas a estar en esa franja en la que no estás ni muerto ni vivo porque tu única vida es dar la siguiente bocanada de aire. Cuando por mucha luz que haya iluminando tu escena, tu lo único que puedes notar es como cada vez se nubla mas tu vista. Cuando al levantarte y estirarte sientes que algo se está apoderando de ti y que no es bueno porque cada vez tiene más control sobre tus actos y tu mente. Y efectivamente es una batalla y has de luchar contra su ejército.
Entonces lo único que te preocupa es enterrarles estando vivos porque aquello en lo que te has convertido hace que no quieras que la guerra termine. Simplemente poder caminar tranquilamente entre un millar de lapidas y que los gritos se conviertan en la dulce melodía que te despierte por las mañanas. Porque es eso, te has convertido precisamente en aquello que siempre odiaste y has caído como cualquier otro.
Es demasiado excitante, da demasiado placer como para no rendirse a sus encantos y devolver con la misma moneda. Como para no iniciar esa clase de camino. Es necesario sentirlo, follar con cualquier puta y oler el aroma que se desprende cuando se vende un alma y ni siquiera cobra, Maltratar tu propio cuerpo hasta que sientas que las esquinas están hechas para ti y vomites sin control. Levantarte y continuar luchando mientras tus manos se manchan de sangre y tu nariz se seca por dentro. Hasta que tu única luz sea un bucle formado por una sola llama que alimenta aquello que te permite volar por encima de muchos que nunca lograran entender desde donde les miras y quien les mira. Idear miles de palabras con las que destruir para poder aguantar cuando no se te concede la solución fácil. Venderse a sí mismo para lograr lo que deseas. Estar en un segundo en lo más alto y de golpe bajar a lo más profundo oscuro y podrido de tu interior. Caminar y ensuciar tu ropa e intentar salir pero hundirte aun más. Pararse a respirar y pensar cómo salir de esa situación mientras observas como los segundos se hacen años y los minutos vidas enteras. Sentir el abrumador paso del tiempo y como decide jugar contigo.
Asustarte de ti mismo y correr. Correr sin parar hasta el punto de desear morirte porque no puedes correr más y sin embargo tienes que hacerlo porque te persiguen. Esconderte y guardar silencio mientras notas sus pisadas y su aliento cuando te estás refugiando en la sombra. Notar su calor y guardar silencio. Recorrer cientos de veces cientos de caminos sin salida y poder terminarlos. Sueños rotos y violados. Deseos recluidos, asustados y oscurecidos. Trozos de tu alma, tus sentimientos y tu corazón por el suelo de tu realidad, Desgarrados. Bestias atadas con cadenas que no se rompen y nunca se romperán. Desalmados que asustan y devoran, Oprimen y controlan. Pisan y ahogan. No te permiten ver y no puedes levantarte. Te falta el aire para respirar y la luz para ver. No puedes vivir en tu mundo. No puedes caer y tampoco alzarte. Tienden su mano y te abandonan. Soga al cuello con plomo al extremo, arrastrándote a lo más hondo de tu infierno.
Cuando los caídos vuelven para enseñarte como lo hiciste. Cuando regresan para mostrarte quien has sido siempre. Cuando te das cuenta de que lo único que haces es ocultarte la realidad y sin embargo necesitas que sea así. Cuando tu único fin es maltratar tu cuerpo y tu mente. Cuando tu único fin es ser un hipócrita minuto tras minuto de forma que solo haya subida.
Es en ese momento cuando vendes tu alma al diablo que con mil nombres se hace llamar. Cuando sucumbes a sus encantos y sus caricias. Cuando tu solo te pones la venda en los ojos deseando que sea todo continuado. Cuando te abres de piernas y le recibes con dulzura. Cuando tus prioridades distan de ser las que eran. Cuando tu único fin es intentar que no pare. Cuando tu único fin es que no pare aun cuando sabes lo que eso supone.