domingo, 23 de octubre de 2011

Hasta que no quede nada mas que el frío desierto que separa estas dos civilizaciones labradas en mármol. Y será nuestra propia cruz en vida. Y cuando caminemos, caminaremos arrastrándola aun si ni siquiera la vemos o si no notamos su peso. Porque hay cosas tan buenas como malas que quedan en el corazón y en la mente así como en el papel y en el alma. Y eso será mío, solo mío. Me pudriré, y oleré la pestilencia de mi cuerpo muerto yo solo, y ya nadie podrá hacer nada. Que será oscura y estará muerta, pero será mía. Y es que hay ciertas puertas que cuando se cierran, se cierran para siempre. Y ni la mano del verdugo podrá volver a abrirlas.
Mirare a las estrellas con una extensión de los fines de mi alma hecha material, y la cargare, y cuando la luna anuncie sus últimos minutos de vida, asesinare el silencio y el vacío y teñiré de escarlata el amanecer.