jueves, 4 de junio de 2015

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Sus vestiduras, solo el retazo de épocas civilizadas, recuerdos del fantasma de una vida de provecho. Eco de lo que un día se consideró un chico bueno, hoy en día asesinado por la naturaleza inquieta e imparable dormida en las más profundas aguas negras que ahogan su interior. Descuida su imagen, no se afeita. Decora su cuerpo con imágenes inmortales. Agujerea su piel tatuada para adornarla con multitud de de materiales que lo transforman en alguien diferente. Se afeita la cabeza y oculta sus ojos, sitiados por ojeras y acostumbrados a la oscuridad de su cueva, de la intensa luz de la calle. Camina cualquier camino sin rumbo ni dirección. Y todo camino es igual que los mismos pasos que deja atrás. Y así se alza, con fuerza y vehemencia.

Se olvida de la cortesía y la educación. Abandona la razón y la empatía, así como toda idea de bien y mal. Da la espalda a todo sentimiento y entra en el primer local que obstruye su paso. Cierra con llave la puerta de salida y camina lentamente por su interior, de la entrada a la barra observando la situación. No está solo. Todos forman parte de lo que pronto será un pasado olvidado.
Una familia con sus hijos comiendo, una mesa con 4 o 5 entusiastas jóvenes que dialogan sobre el videojuego de turno mientras se toman una cerveza. Un anciano de rostro cansado sujetando con sus manos arrugadas una copa de un vino barato. Unas adolescentes riendo y susurrándose cosas mientras observan sus móviles y, en el fondo, un hombre ahogando sus penas observando una vieja y pequeña foto de su familia a la que perdió hace tiempo. Y llega a la barra. El camarero se acerca y le pregunta, el permanece inmóvil escuchando la vida. El camarero insiste y él decide saltar la barra y le mira fijamente mientras el camarero le increpa. Decide avanzar agotando el espacio del camarero. Se acerca al armario y coge una botella de su viejo amigo Jack y comienza a beber mientras la voz del camarero desaparece fruto del asombro. Continúa bebiendo hasta que tras haber ahogado su garganta en alcohol, decide romper la botella y besar con ella el cuerpo del camarero, que cae para morir en un perfecto abismo escarlata.
Toma otra botella con la mano izquierda y un cuchillo desgastado con la derecha y de nuevo vuelve nuestro amigo a saltar la barra mientras los gritos adornan la escena como si de una película de terror se tratase. Camina lentamente hacia la puerta donde se amontonan los que hasta hace unos segundos ensuciaban la vida con su presencia. Y lloran y le suplican mientras se empujan los unos a los otros en la puerta sin saber abrirla fruto de la desesperación y el miedo. Sus sentidos están bloqueados mientras él continua caminando hacia ellos sintiendo de nuevo, el húmedo tacto de la sangre en su cuchillo de guerra. Y la distancia entre ellos muere en un charco rojo casi negro mientras los gritos desaparecen en una atmósfera cargada de odio. Y los aparta para poder abrir la puerta.

Sale y alza su mano para poder hidratar de nuevo su garganta. Siente que la sangre de su cuerpo ya no está caliente, pues el aire libre consigue hacer que desaparezca la temperatura. Y continua caminando mientras recuerda aquellos ojos verdes, azules y marrones. Camina mientras recuerda aquella piel tersa y suave. Aquella melena ocre y al mismo tiempo oscura y negra. Camina mientras recuerda el calor que sentía y del que ya no queda más que frio invernal. Recuerda la libertad que dirigía su vida y que con el tiempo cedió al peso de las cadenas que el mismo forjó. Rememora noches de lascivia sucia y bella. Recuerda sus manos destrozadas tras dejarse la vida en todos y cada uno de sus actos. Vuelve a sentir el dolor de sus viejas heridas, cosidas con sus propias manos con hilo y aguja. El peso de cientos de los fantasmas que adornaban su pasado, ahora mirándole desde el suelo por la espalda. Y no puede parar de recordar y de caminar.

Se detiene el mundo y todo signo vital mientras cae. Se hace inmortal retratado en tosca piedra inmune al tiempo. Queda cual vestigio de una civilización pasada sobre la que se alzan majestuosas nuevas colonias de decadencia, condenado a la sumisión despistada bajo el yugo de una vida tiránica. Y así permanece siempre.