Traten de imaginar un grito desesperado producto del deseo
de alguien por lograr algo que no tiene. Traten de imaginar cuan desgarrador es
ese grito y hasta que punto se degrada el cuerpo de quien lo produce. Pensar
por un momento la situación limite que vive ese pobre esclavo cegado por la desmesurada
atracción que siente por su deseo. Hasta que punto vive subordinado a esa
necesidad, que la propia bestia de la que huye torna su rechazo en excitación y
lascivia dejando en su interior ni un ápice de lo que era.
Le doblega. Le hace su perro y juega con él a su antojo. Le
tira la pelota y la recibe para no parar nunca. Crea una monstruosa dependencia
en él. Juguetea por sus venas como el fluir del agua entre las grietas de un
desierto. Le hace temer lo que debería amar, y amar lo que debería odiar.
Traten de imaginar una vida sin una sociedad a la que odiar.