viernes, 23 de septiembre de 2011

Que te follen


El tiempo que arrastra consigo la calma, dejando el increíble estado, el único que queda al final, para la más profunda oscuridad interior. Esa bestia que se alza sobre sus extremidades asfixiándote con su aliento, veneno que te inunda y ahoga todos y cada uno de los poros de tu piel. Ese segundo que pasa entre que sientes la quemadura y retiras la mano convertido en una vida. Eso que es superfluo convertido en el mar en el que pereces tras abatir tu embarcación la tormenta de tu vida. Las palabras que enmudecen. Los ojos dejan de ver, los oídos de escuchar. Las manos y el cuerpo dejan de sentir. No hay nada que oler. Solo se percibe el sabor de la eternidad. Una vida atada de pies y manos y sometida a la voluntad de lo que no perece. Eso que no muere, que se convierte en tu sangre. Cicatrices que la piel no cicatriza por no percibirlas. Miedo de aquello que no lo da. Libertad que te encadena. Convertirse en una puta.