miércoles, 17 de agosto de 2016
lunes, 25 de julio de 2016
J. M.
Se corrompe poco a poco el cuerpo y la mente, en su
totalidad, desde que se presenta la necesidad, cual embrujo del mismísimo Satanás,
hasta que termina por destruirnos. Ese momento en que, de la misma forma que un
virus aborda una célula para instalarse en ella y no dejarla, esa necesidad se
instala en nuestra vida y se apodera de ella. Y lo que al principio era solo la
ilusión de algo percibido como lejano, ahora es esa sombra oscura que nubla
nuestro juicio. Y nos domina, y cose a nuestras muñecas los hilos de seda con
los que controlar nuestros movimientos. Distorsiona la realidad y nos embauca volviéndonos
en contra de nuestros principios y haciéndonos librar, sin darnos cuenta, una titánica
lucha entre lo que la necesidad ordena y lo que lo poco que queda ya de
nosotros nos recuerda que de verdad deseamos.
Y así evolucionamos, desde nuestra fase más primitiva y animal,
hasta vernos convertidos en verdaderos paladines de aquello que nos roba la atención.
Miramos a nuestro alrededor al principio, cuando la necesidad no es más que el
origen de un exceso de confianza en nosotros mismos creyéndonos los dioses de
nuestras vidas, y contemplamos el paisaje como un campo lleno de flores y
apacibles animales con los que poder vivir en paz. Y avanzamos, nos
relacionamos y nos regocijamos de toda esa armonía sin darnos cuenta de que nos
encaminamos poco a poco a la cueva de las bestias. Vivimos y nos permitimos
actuar, nos permitimos acercarnos y ser curiosos. Osamos tentar a la suerte e
irremediablemente envolvernos en la desconocida nube tóxica que rodea la
necesidad. Y es ahí cuando caemos, cuando poco a poco, lo que al principio se
contemplaba como un paraíso inmortal, ahora se torna a campo de batalla.
Suenan a nuestra espalda los tambores de guerra que anuncian
nuestra inminente muerte. Sin embargo no nos doblegamos. Trae bestias de guerra
de ojos encolerizados, ardiendo en rojo fuego, y deseosas de destrucción. El
pavor congela nuestra sangre e impide el movimiento. Las pisadas, el sonido del
acero fuera de su piel, el rugir de los demonios, todo se acompasa con nuestro
pulso. Pero ahí permanecemos, resistiendo como último bastión de una civilización
al borde de la extinción que lucha para preservar su recuerdo. Cargan contra
nosotros y resistimos pagando con sangre y sudor el valor que nos obliga a no
caer. Y así vivimos, forjando las batallas que crean la paz que otros necesitan
para vivir. Se hace porque es nuestro deber, es nuestra intención y finalidad
en la vida. Se hace porque lo deseas y no te queda otra. Porque necesitas
hacerlo y porque sin ello no eres nada.
jueves, 14 de julio de 2016
El temido pirata
El que sabe que no puede y aun así se atreve. Ese es el que se engaña, como todos, olvidándose de la realidad y soñando con lo imposible. El que regresa a casa para no volver queriendo olvidar. Ese se engaña, el que piensa que lo logrará.
Usaremos las blandas paredes de tierra para levantar cuatro muros. Y estará formado por las enormes y sucias piedras que cargamos en nuestra espalda. Iremos apilando una a una hasta que construyamos un pequeño habitáculo donde podamos vivir sin más compañía que el ruido de nuestra propia respiración. Y crearemos un techo con las mentiras que nos contamos a nosotros mismos y muy felizmente moriremos pensando que todo está bajo control.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)