Correcto, educado y atento. El clásico héroe que no puede
darse prioridad a sí mismo si con ello perjudica a alguien. La parte racional
de una vida. La responsable, la que se encarga de conducir el camino a un buen
final. Lo típico de ser adulto, tener estudios, un buen trabajo, una buena casa
con un coche de calidad aparcado en el garaje y dos o tres preciosos hijos cuya
vida académica sea ejemplar y la envidia en el barrio. De los que no se alejan
ni un solo milímetro del camino que conduce a esa vida. De los que brillan con
luz propia aun si todo se derrumba a su alrededor. Es parte del guion de la
vida, eso que alguien escribió algún día en el pasado tras mucho pensar sin
darse cuenta de lo que estaba escribiendo realmente. Tanto es así que no se le
puede distinguir en la masa. Aun si estuvieses a un palmo de su cara, aun si su
aliento te diese en la nuca y su calor te arropase en la más fría de las noches,
aun así no le verías, no le reconocerías. Si te susurrase al oído estando en
medio de la bastedad de un desierto donde el silencio ahoga cualquier sonido,
aun así no lo percibirías.
Y así vive día a día, escribiendo en una libreta los
resultados de un exhaustivo análisis social elaborado para encontrar la
verdadera llave que abra las puertas de la total plenitud de una vida completamente
plana. Examen innecesario cuando se vive como un perro que es mascota de otros
perros mascota.
Pero, como en todo, siempre hay momento en el que te
encuentras algún bache en el camino. Algún pequeño grano de arena que, sin
darnos cuenta, modifica la trayectoria del sendero que tan impetuosamente nos
empeñamos en seguir. Y cuando eso surge, ese grano de tierra se convierte en
una semilla que se planta en nuestro cerebro y que se nutre y alimenta con nuestro
rechazo. Cuanto más nos empeñamos en asesinarla y que no crezca, más evoluciona.
Y eso fue lo que ocurrió con nuestro amigo.
<<Lléveme al Emperor, por favor —desazón era su nuevo
nombre—.
—Ahora mismo, ¿está la temperatura y la música a su gusto?
—Sí, no se preocupe. Si puede déjeme en alguna calle o callejón
trasero si lo tiene. Sino con que me deje en la zona del bar está bien.
—Por supuesto>>
Era más que notable el miedo y la duda en su tono de voz,
apenas acaba de comenzar su aventura y ya era todo un desafío. No solo se
sentía mal e incomodo por lo que a su familia y amigos pidiese suponerles de
darse la situación en que le gustase, sino por sí mismo. No estaba del todo
seguro de querer aceptar esa realidad. Sentía como si una enorme piedra se le
viniese encima y como si estuviese destinado a tener que soportarla, a tener
que arrastrarla tirando de ella con una enorme cadena a su pie. Cómo podía el
haber cedido ante tal antojo era lo único que tenía en la mente.
Allí se encontraba él, frente a la puerta de su habitación en
un lujoso hotel en una de las mejores ciudades del mundo. Allí, frente a la
puerta que separaba su momento, de una noche de placer como pocas habría tenido
hasta entonces. Y sin embargo se sentía como un prófugo llegando en taxi, en
lugar de en alguno de sus coches. Seguía dudando pero aun así abrió la puerta
con la llave que le dieron en la entrada del hotel, para su decepción. En el
fondo esperaba que esta no se abriese.
Al entrar vio algo de luz tenue que enfocaba directamente un
precioso sillón de cuero natural. Desde la ventana de la habitación se podía ver
la ciudad, un montón de monumentos con infinidad de luces titilantes que juntas
formaban un falso atardecer en mitad de la noche. Había algo de música de
fondo, Gently. No lo conocía.
De pronto una voz sonó en la habitación. Una voz dura, grave
y áspera.
<<Hola
—Hola —respondió girándose sobre sí mismo—. Tú debes ser…
—Nergal, y tú vas a ser Baal. Esta noche no necesitamos
saber nada más. Pues esta va a ser nuestra última noche. Esta noche va a
terminar con los dos tirados en el suelo ahogados en nuestros propios cuerpos —dijo
sumido en la oscuridad del fondo de la habitación que quedaba a la derecha del salón,
interrumpiéndole, con un tono fuerte y poderoso, y dejándole sin respuesta
alguna—>>
Lo cierto es que esa apariencia de duro le llamaba la atención,
incluso le excitaba. Por un lado le gustaba y por otro no podía soportarlo. Sus
pensamientos e ideas se perdían en su mente sin rumbo.
Acto seguido Nergal se acercó a él desnudo y comenzó a
desvestirlo. Le puso un pañuelo de seda negro en los ojos. Con una sola mano
agarró con fuerza su cuello, lo llevó a la habitación, lo tumbó en la cama y
empezó a hacer con él todo cuanto quería. Y mientras Baal se dejaba no podía
parar de pensar en el huracán de sensaciones que estaba viviendo. La desaprobación
que sentía y en como no podía decir que no. En como el placer y el dolor se
juntaban en una sola experiencia y en que deseaba que no acabase nunca.
Los minutos se convirtieron en horas y las horas en días. El
ambiente se volvió turbio, apenas se podía respirar y su cuerpo apenas
respondía. No comía, no necesitaba ir al servicio. No tenia sueño ni cansancio.
Sin embargo Nergal mantenía su fuerza e ímpetu como si se tratase del primer
instante.
Pero no le preocupaba, ni su familia ni amigos existían ya
para él. El rechazo que al principio se apoderó de él había sido brutalmente
violado por la adicción que la situación le producía. Era como si una nueva religión
se hubiese creado especialmente para él, y él fuese su principal devoto. Y así
pasaba los días hundiéndose cada vez más en la aceptación. Pobre ingenuo.
Cuando todo era como él deseaba, cuando esa habitación era
el único sinónimo real del sexo, justo en ese momento notó en su vientre el más
punzante de todos los dolores. Noto como si alguien hubiese hundido en su tripa
un afilado cuchillo y este hubiese cortado todo órgano a su paso haciendo que
cayese desde lo más alto hasta el más profundo pozo donde ni la luz consigue
entrar. Dolor era lo único que podía sentir ahora puesto que Nergal parecía haber
cesado.
Con todo el esfuerzo que le fue posible reunir se quitó la
venda de los ojos y tras intentar habituarse al dolor de no haberlos usado en
tiempo, se quedó helado, aterrorizado y sin palabra.
<<¿Qué?, ¿sorprendido? No deberías estarlo —su tono
era burlesco, lleno de odio—>>
Las paredes de esa lujosa habitación que formaba parte de uno
de los mejores hoteles de la ciudad estaban llenas de sangre, de suciedad, y oxido. El papel de las paredes estaba arrancado. El cristal de la ventana
estaba roto y el paisaje de fondo, la ciudad, no estaba, no había más que un
mar de oscuridad únicamente manchado por la luz que conseguía huir del
interior. La cama en la que creía estar acostado y atado no era de madera de
primera calidad con distintos ornamentos como pudo ver en el álbum de fotos
publicitarias del hotel, sino que más bien se encontraba tirado en un suelo
frío y de piedra encadenado a unas argollas situadas en las paredes. Su ropa estaba sucia y rota, y él se
encontraba magullado.
<<¿Qué está pasando? —consiguió preguntar entre
gemidos y ahogado en dolor—.
—¿Realmente no sabes qué está pasando?, además, ¿Qué importa
lo qué está pasando?, ¿No te interesa más saber quién soy yo? —Dijo hundiendo
más aun la mano en su cuerpo, desgarrando aun más el resto del mismo como si de
un cuchillo se tratase—>>
Su cuerpo parecía estar lleno de heridas, de sangre coagulada,
de pústulas y escaras. De él emanaba un olor a podrido que imposibilitaba el
hecho de no sufrir arcadas. Sin embargo todo eso quedaba ensombrecido por el
horror que congelaba su sangre al mirarle a la cara, pues no tenía una cara
donde mirar. Donde debería estar su rostro en su cabeza, solo había una mueca terrorífica
y unos ojos más negros que la oscuridad que quedaba fuera de esa habitación. No
tenía ni nariz ni pómulos, no tenía la anatomía común de un rostro humano.
<<Te diré quién soy yo. Yo soy esto —dijo mientras
agarraba con fuerza sus tripas y demás órganos para sacarlos de su interior y
así poder mostrárselos—.
Yo soy tú, soy la parte visceral de ti. Soy lo que querrías
ser. Soy tus deseos fracasados y los que aun no se han producido. Soy tu
intento fallido por controlar lo que en realidad somos. Soy el dolor que
sientes cuando la vida, al igual que yo, te viola para después dejarte tirado
en una calle abandonada donde no pasa nadie que pueda socorrerte. Esa sensación
que tienes cuando la situación nubla tu juicio y crees en la posibilidad antes
de caer y darte cuenta de lo estúpido que fuiste por no verlo.>>
Su tono de voz estaba cargado de violencia y animadversión severa
por la vida. En ese momento cambió su postura sobre él y comenzó a apuñalarlo
en el costado. Comenzó a cercenar partes de sus piernas y brazos mientras
continuaba hablando.
<<Yo soy todo aquello que no te atreves a ser y hago
todo eso que tú jamás conseguirás hacer. Las palabras que se te ahogan. Las
veces que no caminas cuando lo que deberías hacer es saltar. Soy la parte
interior de ti mismo que te odia. La parte de ti mismo que desearía que no
existieses. Soy todas esas personas a las que desearías asesinar, y que por no
hacerlo, te comen a diario. Soy la puta que desearías follarte para vengarte de
tal o cual mierda de las que te suceden. Soy tu parte egoísta a la que sometes
en tu intento por ser correcto. Soy la bala que atraviesa la cabeza de tus
seres queridos y soy la pistola que empuñas para dispararla. Soy la vida que
muere a tu junto a ti.
La parte de nosotros que no da asco, la que no llora, la que
no se acobarda. La que se droga y la que muere ahogado en su propio vomito.
Soy, de los dos, el que va a terminar con este lamentable intento
de vida>>
En ese momento, acercó una mano a su cuello y otra al cuello de
la parte de si mismo que estaba debajo suya luchando por sobrevivir, y con un rápido
y sutil movimiento hizo un profundo corte en ambos que terminó por cubrir el
suelo de sangre para de esta manera morir los dos ahogados en sus propios
cuerpos.