jueves, 7 de agosto de 2014

Verde

Golpe a golpe marca la pauta el renglón a seguir para no abandonar el apático camino que formó la desidia que todo lo inunda. Tan solo una copa quebrada en una mesa de noche cubierta de ceniza, y una botella de whisky vacía en el suelo. La misma cazadora raída que ha vivido una y mil noches de llanto y muerte en cada esquina de cada calle. Todo y más queda como polvo que se acumula sobre una bella estantería que se arquea por el peso, y que con el tiempo cede quedando como retazo inmortal de lo que era su esplendor.
Las calles están rotas, abandonadas e inundadas en lava. Los edificios y los pilares que sostenían el mundo se derrumban golpe a golpe. Vivo despacio mientras contemplo grandes saltos hacia la extinción de todo cuanto me rodea. Y se mueve golpe a golpe, con cada latido que marca el ritmo al que se ha de congelar todo ápice de vida. Se dibuja la muerte entre uno y otro, pero siempre sobrevivo.

No es un atardecer perecedero, sino un eterno recuerdo de aquello que no consigue morir, y no quiero seguir ahogándome en ello. Cada imagen que jamás podrá robarme nadie. Cada reminiscencia tóxica, inmortal y necesaria.
No me gusta ni esta carretera, ni las calles que la forman, ni el mundo en el que existen. Quiero cortar contacto con cualquier resto primitivo de vida. Volver a mi ser y asfixiarme en el. Limpiar mi mente y mi cuerpo de todo aquello que no era mío o sumergirme en lava y vivir en ella para siempre.

Es el mar el final del camino. Mucho se ha andado ya y mi cuerpo está cansado. Me dejo caer y me alejo flotando adentrándome en la oscura noche que forma el origen de mi perdición. Me vuelvo etéreo y me sumerjo en las profundidades de este océano que es ahora mi hogar. Caigo poco a poco contemplando la inmensidad que queda sobre mi hasta que esta asesina el último rayo de luz que consigue atravesar el recuerdo que constituye la distancia entre la superficie y yo. Y ya en el fondo y en la más profunda oscuridad, el rojo intenso del fuego que emerge de mi interior juega con el agua a crear el sepulcro que me dará descanso para hacerme uno con lo único que me importó y que ahora vive en imágenes y latidos. Y viviré así para siempre hasta que sea el mundo el que deje de existir.