lunes, 16 de enero de 2012

De mi pa...

Ese momento de paz que se produce cuando haces una situación cotidiana, carente de un sentido o significado importante, que haces casi como acto reflejo, ese momento es el que realmente es tu enemigo pues es quien deja paso a la libertad de pensamiento.
Minutos atrás, contemplabas la calma que te otorgaba el ojo del huracán. Ahora que estas saliendo de él, notas toda su arrolladora fuerza así como los miles de escombros que arrastra consigo, azotándote, desgarrando tu piel y privándote de aliento.
Sin embargo, lo más complejo no es sobrevivir a esa situación, lo más difícil es sobrevivir a lo que tú mismo te sometes. La verdadera pregunta no es si quieres, es si debes. Lo realmente duro es hacer lo correcto cuando son únicamente tus ojos los que ven ese deber. Cuando el peso de la ignorancia se hace presente con palabras banas sin control formuladas por cuerpos vacios esclavos del egoísmo nato común del hombre así como de su debilidad. Cuando encubren su debilidad y esclavitud presentando como excusa el cíclico carácter de la vida, la positiva cualidad del desecho de una realidad para dar paso a una mejor y la resignación ante el miedo ocasionado por la animadversión sentida por la idea de vivir su tiempo con aquello que no es grato para no asesinar el recuerdo del pasado y la única realidad bella.
Es la ambición, el egoísmo y el carente avance moral inherente a nosotros mismos, aquello que corrompe el alma y borra los renglones y pilares de la vida que en joyas fueron esculpidos. Todo aquello que cubre nuestros ojos cegándonos y no pudiendo ver el deber y la responsabilidad establecidos por aquello que nos resulta grato de sentir. El deber que establecemos cuando nos otorgamos el valor requerido para tomar ciertas decisiones. Es todo esto, de entre muchas cosas, aquello que permite esa clase de dolor en nuestras vidas.
Es asesinar. Es mentirme a mí mismo y a los demás. Llamarme necio e hipócrita a mí mismo. Y es algo que no voy a consentir. Repudio, repelo, incinero y entierro la idea de una segunda realidad igual. Por mucho que pretendamos embaucar a nuestro propio juicio, lo único que hacemos es alimentar las mentiras que quisiéramos creernos pero que realmente no existen. Y es algo que no voy a hacer, pues donde la mayoría ven un muro que no pueden traspasar, yo veo una calle vacía por la que caminar. Donde los demás dicen no, yo digo si, y diciendo si digo que de ahora en adelante lo que habrá será un no. Pues mi tiempo ya llego, viví en él y morí. Y ahora, el purgatorio es mi hogar, pues la única muerte que realmente se puede sentir es aquella que no deja cadáver. El camino a los gusanos está a medio recorrer y ahora sí que puedo decir que es mi camino, mío, únicamente mío. Pues acabo de cerrar una puerta que no me da la gana volver a abrir, pues solo existe una llave y esa llave ya tiene propietario.

lunes, 2 de enero de 2012

Moriré siendo muchas cosas diferentes y habiendo vivido varias vidas, pero moriré como debo morir.