lunes, 17 de enero de 2011

Hay veces en las que por un momento sales de la burbuja que forma tu realidad y te das cuenta de que todo por lo que ríes o lloras, todo por lo que luchas, todo por lo que sueñas y todo lo que crees, no es más que un recuerdo polvoriento en la estantería que forma la biblioteca de nuestra mente.
Es cuando las arrugas y manchas de la piel, incluso esas que no se ven, se hacen tus cómplices y escalando por tus brazos cual montaña te susurran cosas al oído a cada paso que das. Cuando al salir de la piscina y coger la toalla, te secas los ojos, y ves que ha perdido su sonrisa. Ahora solo hay una enigmática mueca que te regala una interrogante, una enfermedad, un recuerdo por cada pensamiento que la dedicas. Porque todas y cada una de las lágrimas que la caen, todas están atadas con un fino pero resistente cordel al carácter de tus actos. Y esa es la verdadera condena, mirarte, sentir asco, y ver tu grandiosa obra. Eres un artista.
Pero nunca hay nada perdido, simplemente un futuro no deseado. Todo pasado que a nuestra espalda carguemos, es aquello que forma la dualidad de nuestra persona. Es la suma de las pequeñas gotas de sangre que por el camino derramamos y que sin querer nos anclan a la alcantarilla más cercana cual desecho sin sentido, recluidos en la inmensidad de nosotros mismos, víctima del monstruo de lo que un día fuimos, y a su vez y aunque no nos demos cuenta, aquello por lo que sin querer seguimos cuerdos, racionales y vivos. Es la cálida venda, el añorado hogar con el que nublamos nuestros ojos y con lo que engañamos al alma para sortear el no deseado presente.
Pasado como evidencia de la oculta belleza del presente. La vida es bella. La vida no es una mierda, así como tampoco es lo mejor que nos ha sucedido, la vida es lo que nosotros decidamos que sea. Ni el destino, ni Dios, nada nos escribe el futuro, somos nosotros los que forjamos nuestro camino.
Al igual que en casi toda mentira hay algo de verdad, en toda oscuridad hay algo de luz.
Quizás nuestros problemas no nublen nuestro juicio con sentimientos negativos o dolorosos, quizás seamos nosotros quienes nublemos nuestra mente estando bajo el efecto de aquello que como personas, no podemos controlar. No lo sé.
Poco a poco, todo se vuelve carente de interés. Las cosas son perecederas. Veo como el tiempo envejece al igual que todos sus subordinados. Veo como hay algo que se mantiene joven como el primer día, cansado pero joven, lo cual asusta y desconcierta. Es el pilar, la base de la fuerza que todo el mundo mantiene cuando encuentra. Es mi cálida venda, es alimento, mi oxigeno, mi bebida, mi descanso. Lo único que nunca me ha abandonado cuando lo único que queda es la inquietante nada que lo inunda todo.
Es fuerte, enormemente fuerte. Es un monstruo, un gigante. Es grande y pesa mucho, pesa muchísimo y noto el ruido de mi cuerpo al recibir su no desprevenida llegada. Es fuerte y grande, pero, nunca estuve solo. Si nunca me abandonó cuando al final no quedaba nada, si es lo único que vence a la garra del tiempo, si es lo único que tengo, si al final es lo único que queda ¿no merece la pena luchar por ello?. ¿Hace falta luchar?, ¿encuentro algún enemigo cuando veo que no hay sombra que oculte el sol que sobre mi y mi compañero incide, o en tal caso el enemigo, la sombra, el olvido se desvanece muere y queda olvidado?
¿Es que acaso no soy yo quien lo desea?
Yo he visto la realidad, la vida. He visto varios amaneceres y cientos de atardeceres. He saboreado el gusto del placer. Me he tumbado en el campo entre amigos para observar las estrellas y la luna. Se me han congelado las manos intentando sorprender a alguien con una bola de nieve. Yo he creído en los reyes magos y en el ratoncito Pérez así como en el gordo de rojo. Yo me he sentido perdido. He sentido lo que es sufrir y desear quitarte de la piel todo eso que te inunda. He sentido lo que es querer dormirte, cerrar los ojos, y o no abrirlos o abrirlos en otro mundo. Yo he escuchado mi corazón latir tan fuerte como para no poder escuchar otra cosa. Yo he sido tan vulnerable como para regalarle mi vida a otra persona, y tener miedo por lo que esa alguien haga con ella. Yo he sentido todo eso y tantísimo mas como cosas digo con mi silencio.
Y con todo ello, ¿no merece la pena, callar, no decir nada, y sentir que eres afortunado por poder vivir?
Es cierto que cuando miramos a la vida a los ojos, no siempre obtenemos la sonrisa que desearíamos, pero también lo es que en algunas ocasiones, nos devuelve la mirada. ¿No es eso un dón por el que vivir? Yo me conformo con que al menos sepa de mi existencia.
¿Y entonces? No te quejes, por duro que sea el camino siempre se puede recorrer. Y más yo que nunca estoy solo, aunque mi compañía sea un sentimiento.
Ahora sí, adiós ;)

miércoles, 12 de enero de 2011